"Sarhua; Bastión de la resistencia cultural andina"

30 mar 2009

Destino Sarhua

(1ª Parte)

Cuando el estruendo bronco de las campanadas del convento de Santa Clara, anuncian el rayar de la aurora de un nuevo día, ya hace rato que el vendaje de la chapla caliente con café hirviendo, ha cortado el ayuno de los cargadores, los emolienteros que surgen de la oscura madrugada cual fantasmas tras la cortina de vapor que despiden sus carretillas están ya a punto de agotar sus virtuosos potingues balsámicos, las vivanderas que ocultan tras un grasiento mandil los sudores que provoca el fogón, afanosas y con la esperanza de agotar sus ollas, anuncian a grito pelado la exquisitez de sus populares caldos de gallina y el célebre plato ayacuchano puca picante, y a ambos lados del río los pequeños camiones atracados a la acera engullen afanosas fardos de mercaderías destinadas a las ferias del interior.

Tres veces a la semana, los días martes, jueves y sábado, para volver al día siguiente los pequeños camiones repiten cansina y monótonamente el curso de un ciclo de viaje interminable, sea en cualquier estación del año, así llueva o queme el sol de huamanga. Solo descansan los lunes para hacer mantenimiento del vehiculo y el resto de días es un viaje eterno de ida y venida por la misma senda de días y días.

Aquí comienza nuestro viaje, aun falta por comprar antes de embarcarnos en los camiones alguna bolsa de biscochos, la infaltable chapla, un kilito de azúcar, un mejoral para el dolor de cabeza que provoca el mal de la altura, pastillas para el mareo y otras cosas que ya se nos olvida porque el claxon del primer camión con el motor a punto para arrancar llama a la partida, mientras un huaynito en quehuaespañol huamanguino intenta hacer notar su melancolía sobre todos.

Expreso puquio

Perez Albela

Maytam kayta apallawachkanki…

Por fin todos los viajeros prendidos al camión como abejas en su panal, unidos en una extraña comunión móvil y apretujados unos a lado de otros, tras persignarse para darse suerte y valor, se inicia el viaje compartiendo inicialmente la avenida Mariscal Castilla con los autos y camionetas que pasan raudos algunos camino al aeropuerto hasta el puente del ejército, mientras estos autos, giran hacia al aeropuerto Alfredo Mendivel Duarte, nosotros seguimos derecho hasta llegar al antiguo grifo de la Aviana a la izquierda de la avenida, donde hace la primera y corta parada técnica, ya sea para repostar gasolina o para que bajen los más jóvenes si no quieren ser levados para el servicio militar en el control, el chofer avisa que hay leva, una vez cumplido el primer ritual casi obligatorio a unos 500 metros sorteando una ligera curva sobre un puente, hacía adelante está la caseta de control de la guardia civil, a donde el chofer acude con pasos firmes que se los sabe de memoria portando la documentación correspondiente en una mano y en el otro algunos soles que servirá para romper la voluntad del uniformado, cuanto mas fuerte sea la suma de soles menos tiempo tomará pasar el control y si la suma es poca algún guardia remolón y con cara adusta se pasará por el camión para comprobar que todo está en regla, generalmente es rutina ya que el chofer y el guardia en la mayoría de la veces ya tienen establecido un vinculo de amistad con precio ya pactado de antemano por antiguos encuentros. Después de esto el viaje reinicia hasta el grifo Chaqchi, en las postrimerías de la ciudad, esta vez a recoger a los que habíanse bajado del camión para sortear por calles aledañas al control de la guardia civil o en todo caso llenar el tanque de gasolina si aun no lo habían hecho en la primera parada de la Aviana.

Una vez recorrido su tramo inicial nuestro viaje, con sus respectivas paradas de rigor y rutina el camioncito se lanza a engullir kilómetros de curvilínea, maltrecha y polvorienta carretera, con dirección al Cuzco, dejando tras de si una estela de polvareda; tras ganar la primera curva cercada por huertos de tunas y cabuyas y algún que otro corral de cabras bullangueras, si es que la cortina de polvo lo permite, se tiene una ultima y vista impresionante y a la vez panorámica de la ciudad de Huamanga, donde se puede observar la plaza de armas, entre todos los centenarios y señoriales tejados, sobresale la estela de la imponente catedral, presidida su plaza de armas por el monumento del vencedor de Ayacucho Gral. Antonio José de Sucre, que orgulloso sobre su brioso corcel apunta con su sable hacia la pampa de la quinua escenario de su gesta que dio la independencia definitiva a la América del sur del yugo español; el arco de San Francisco con su imponente altura homenajea a los vencedores de Ayacucho, el Estadio Ciudad de Cumaná, el coliseo cerrado ciudad de Caracas, el aeropuerto Alfredo Mendivil Duarte, postrer recuerdo de los fastos del Sesquicentenario de la Victoria de Ayacucho, donde aún hay un avioncito de Aeroperú a punto de despegar con destino a Lima la capital.

En primera para salir de las muchas curvas y segunda para enfilar los pocos tramos entre curvas y salientes, baches y piedras, nuestro vehiculo avanza tragando los primeros kilómetros cuesta arriba poco a poco hasta perderse tras los primeros promontorios andinos salpicados de molles, tunales y retazos de trigales. Antes de entrar en lambraswayqo, varias veces hemos cruzado sea por debajo o encima el canal de agua que recoge su caudal para el reservorio de Quicapata, que abastece de agua potable la ciudad de Huamanga, para luego avanzar una breve falda antes de avistar Chupas, donde de paso podemos observar la famosa pampa, escenario de la batalla de Chupas, donde las huestes de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, dos españoles de Extremadura ellos que se las vieron frente a frente para dirimir sus desavenencias, en aquellos tiempos cuando invadían el Tawantinsuyo; Mientras los minutos de la mañana corren seguimos tragando carretera y polvo que hace rato ya impregnó los cilios pulmonares, las curvas cerradas y peligrosas cercadas de Mutuy, arbusto abundante del lugar nos indica que estamos pasando por mutuyniyoq y esta vez las cementeras ya van reemplazado trigales por surcos de papas, habas y quinuales, a un lado de nuestro paso nos saluda el campamento de calamina del Ministerio de Transportes de mutuyniyoq con algún triste y frío caterpilar averiado en eterna espera, con el frío y fina lluvia que corta nuestras caras y viento que enarbola nuestros polvorientos pelos tomamos la primera curva para subir a Toqto, esta vez cercados por matas de ichu y mojadales donde pastan ovejas y vacas avistamos el punto mas alto de nuestro recorrido, el paso o abra de Toqto, de donde tenemos la primera visión panorámica de las alturas de Sarhua (Poqori) y Carampa (Saire) y la carretera toma dos direcciones, una la troncal con dirección al Cuzco vía Abancay, y la otra la secundaria con dirección a Cangallo, elegimos la segunda porque nuestro destino discurre por ella, iniciándose una faldería en suave pendiente de bajada y a unos cuantos metros de iniciar la carretera secundaria pero no menos importante por frecuencia de paso de vehículos, el camioncito se detiene a un lado de la carretera, para revisar el aire de sus neumáticos y desentumecer las piernas y vaciar las vejigas repletas de sus pasajeros, durante unos 10 minutos, pocos minutos porque el viento gélido de la montaña o algunas veces la granizada, obliga nuevamente a guarecernos en el camión enfundados de ponchos, chalinas, frazadas y chullos. Continuamos la pendiente después de sortear un par de largas curvas en zigzag, entradas y salidas en la faldería y todo en bajada para llegar a Minascuchu, para comenzar una suave planicie donde clarean los corrales de piedra que reposan solitarias en espera de manadas que guarecer, pasando raudamente al lado de un vetusto restaurante que en tiempo antaño sació el hambre de pasajeros de algún que otro ómnibus interprovincial. Después de unos 20 minutos de rodar por una desigual llanura en ligero declive llegamos a la primera parada obligatoria, estamos en Condorqocha, conocido restaurante de paso y que con el tiempo se hizo legendario según comentan los asiduos viajeros por servir deliciosos caldos calientes que levantarían hasta muertos, exquisitos guisos picantes y suculentos bistec encebollados a lo pobre de carne de caballo o mula, acompañados de salsas picantes de rocoto con mote de maíz tierno, sea verdad o no esta leyenda urbana, lo cierto es que en verdad están de buenas, para combatir el hambre, frío y cansancio que resulta viajar por estos lares. Pero Sarhua bien vale todo eso. De media a una hora dura el tiempo de parada.

Una vez restablecidos, saciados el hambre y con el corazón contento, ilusionados por nuestro cada vez más próximo destino, pasados ya el mediodía reemprendemos el viaje, tomando una pequeña cañada por donde discurre un hilillo de agua cristalina para bajar y cruzar el Chanquilmayu, pequeño riachuelo en la que se inspiró el “Maestro del Chimaycha” Mario Carhuapoma para componer uno de sus célebres huaynitos Chimaycha, se cruza por un pequeño puente de cemento y subir al pequeño poblado del mismo nombre ya en plena pampa, sede de un proyecto de cooperación internacional de experimento agrario. La carretera sigue serpenteando por la planicie, cortando pequeños riachuelos si acaso alguna choza y corrales de vacas y ovejas y entre loma y loma ya se puede observar Pampa cangallo, famoso en la región por sus morochucos, jinetes de la pampa de tez blanca y ojos azules, pelo entre rubio y cano, que denota su origen ibérico, con su peculiar vestido andino, y por entre los eucaliptos, que rodean cercas de piedra que guardan, cultivos de maíz, haba, papas, etc., se llega al pueblito de pampacangallo, sede del otro control de carretera interprovincial custodiado por la Guardia Civil, después de los registros de rutina el motor aun caliente continua su cansina marcha para terminar la pampa y entrar por una pequeña cañada al otro pequeño y cantarín río de Hualchanqa, otro pequeño puente de cemento para cruzar y en seguida después de una pequeña pendiente en suave subida se llega y se cruza por la plaza del pequeño pueblo de Hualchanqa que las veces que pasé, siempre lo recuerdo como un barrizal adherido a mis pies y atolladero de camiones, tras un breve rodeo del minúsculo poblado iniciamos la curva tras la señal de partición a Pacopata entre chacras de maíz para subir al paso de Huaqanqasa último punto alto de nuestro viaje por carretera, cruzamos por debajo de un canal de agua de regadío, desde el cual, inmediatamente como se cruza el abra se puede observar la primera y emocionada vista panorámica de las alturas de Socabamba y Sucuchi de la comunidad de Sarhua, el corazón se carga de alegría y mentalmente es fácil tararear una cancioncilla:

Llaqtachallayta

Qawaykullaptiy…

Wasichallayta

Qawaykullaptiy…

Siguiendo una falda de carretera estrecha labrada en el abismo de roca y arcilla rojiza, para iniciar una pendiente entre curvas zigzagueantes ya por encima del poblado de Pomabamba coloreado por chacras de trigo y cebada, entramos a la misma por una pedregosa carretera bordeada de cercas de piedra, llenos de árboles frutales, eucaliptos y hiervas silvestres donde el alegre canto de los pajarillos simula la canción celestial del retornante, Llegamos a la plaza principal rodando en suave pendiente por delante de la capilla principal, una breve parada para reponer fuerzas con un platito de teqte de alverjas o yuyo picante, peculiar y a la vez popular plato de la región, se deja pasajeros que quieran pernoctar en el pueblo antes de reiniciar viaje a sus respectivos destinos y continuamos rumbo a nuestro cada vez más cercano punto de encuentro que antoja cada vez más cercana y feliz, al frente ya se puede observar el camino de herradura que nos llevará a Sarhua, pero aun falta unas tres horas para iniciar la cuesta a pie, de momento nos centramos en seguir recorriendo Pomabamba, sorteando a cerdos callejeros y espantando a bullangueros y famélicos perros que registran nuestro paso sobre las ruedas del camioncito, recorremos la ultima faldería de Qachqara por entre olorosos árboles de pacae y duraznos, que endulzan con su fragancia, verdor y sonido metálico de sus follajes nuestro retorno y por fin llegamos a la partición de Taksa Orqu, no sin antes de haber pasado por la fábrica de yeso, donde termina nuestro viaje en vehiculo e inicia la ultima etapa a pie, el camioncito después de dejarnos en el apeadero natural de los que se dirigen a Sarhua y Carampa, parte con el resto de su carga, rumbo a Chuschi su destino final, mientras a nosotros nos invade el calor del reencuentro muchas veces ansiado y ensayado con la familia que acude a nuestro encuentro, entre abrazos que se funden en lagrimas de felicidad, no hay cuadro vivo mas hermoso que el reencuentro entre dos personas que guardan y acarician día día su cariño, su recuerdo para destapar en el momento del reencuentro, que solo a veces la muerte con su imprevisora presencia rompe y priva de semejante sentimiento que brota del alma.

(Continua en la 2ª parte)