(1ª Parte)
Cuando el estruendo bronco de las campanadas del convento de Santa Clara, anuncian el rayar de la aurora de un nuevo día, ya hace rato que el vendaje de la chapla caliente con café hirviendo, ha cortado el ayuno de los cargadores, los emolienteros que surgen de la oscura madrugada cual fantasmas tras la cortina de vapor que despiden sus carretillas están ya a punto de agotar sus virtuosos potingues balsámicos, las vivanderas que ocultan tras un grasiento mandil los sudores que provoca el fogón, afanosas y con la esperanza de agotar sus ollas, anuncian a grito pelado la exquisitez de sus populares caldos de gallina y el célebre plato ayacuchano puca picante, y a ambos lados del río los pequeños camiones atracados a la acera engullen afanosas fardos de mercaderías destinadas a las ferias del interior.
Tres veces a la semana, los días martes, jueves y sábado, para volver al día siguiente los pequeños camiones repiten cansina y monótonamente el curso de un ciclo de viaje interminable, sea en cualquier estación del año, así llueva o queme el sol de huamanga. Solo descansan los lunes para hacer mantenimiento del vehiculo y el resto de días es un viaje eterno de ida y venida por la misma senda de días y días.
Aquí comienza nuestro viaje, aun falta por comprar antes de embarcarnos en los camiones alguna bolsa de biscochos, la infaltable chapla, un kilito de azúcar, un mejoral para el dolor de cabeza que provoca el mal de la altura, pastillas para el mareo y otras cosas que ya se nos olvida porque el claxon del primer camión con el motor a punto para arrancar llama a la partida, mientras un huaynito en quehuaespañol huamanguino intenta hacer notar su melancolía sobre todos.
Expreso puquio
Perez Albela
Maytam kayta apallawachkanki…
Una vez recorrido su tramo inicial nuestro viaje, con sus respectivas paradas de rigor y rutina el camioncito se lanza a engullir kilómetros de curvilínea, maltrecha y polvorienta carretera, con dirección al Cuzco, dejando tras de si una estela de polvareda; tras ganar la primera curva cercada por huertos de tunas y cabuyas y algún que otro corral de cabras bullangueras, si es que la cortina de polvo lo permite, se tiene una ultima y vista impresionante y a la vez panorámica de la ciudad de Huamanga, donde se puede observar la plaza de armas, entre todos los centenarios y señoriales tejados, sobresale la estela de la imponente catedral, presidida su plaza de armas por el monumento del vencedor de Ayacucho Gral. Antonio José de Sucre, que orgulloso sobre su brioso corcel apunta con su sable hacia la pampa de la quinua escenario de su gesta que dio la independencia definitiva a
En primera para salir de las muchas curvas y segunda para enfilar los pocos tramos entre curvas y salientes, baches y piedras, nuestro vehiculo avanza tragando los primeros kilómetros cuesta arriba poco a poco hasta perderse tras los primeros promontorios andinos salpicados de molles, tunales y retazos de trigales. Antes de entrar en lambraswayqo, varias veces hemos cruzado sea por debajo o encima el canal de agua que recoge su caudal para el reservorio de Quicapata, que abastece de agua potable la ciudad de Huamanga, para luego avanzar una breve falda antes de avistar Chupas, donde de paso podemos observar la famosa pampa, escenario de la batalla de Chupas, donde las huestes de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, dos españoles de Extremadura ellos que se las vieron frente a frente para dirimir sus desavenencias, en aquellos tiempos cuando invadían el Tawantinsuyo; Mientras los minutos de la mañana corren seguimos tragando carretera y polvo que hace rato ya impregnó los cilios pulmonares, las curvas cerradas y peligrosas cercadas de Mutuy, arbusto abundante del lugar nos indica que estamos pasando por mutuyniyoq y esta vez las cementeras ya van reemplazado trigales por surcos de papas, habas y quinuales, a un lado de nuestro paso nos saluda el campamento de calamina del Ministerio de Transportes de mutuyniyoq con algún triste y frío caterpilar averiado en eterna espera, con el frío y fina lluvia que corta nuestras caras y viento que enarbola nuestros polvorientos pelos tomamos la primera curva para subir a Toqto, esta vez cercados por matas de ichu y mojadales donde pastan ovejas y vacas avistamos el punto mas alto de nuestro recorrido, el paso o abra de Toqto, de donde tenemos la primera visión panorámica de las alturas de Sarhua (Poqori) y Carampa (Saire) y la carretera toma dos direcciones, una la troncal con dirección al Cuzco vía Abancay, y la otra la secundaria con dirección a Cangallo, elegimos la segunda porque nuestro destino discurre por ella, iniciándose una faldería en suave pendiente de bajada y a unos cuantos metros de iniciar la carretera secundaria pero no menos importante por frecuencia de paso de vehículos, el camioncito se detiene a un lado de la carretera, para revisar el aire de sus neumáticos y desentumecer las piernas y vaciar las vejigas repletas de sus pasajeros, durante unos 10 minutos, pocos minutos porque el viento gélido de la montaña o algunas veces la granizada, obliga nuevamente a guarecernos en el camión enfundados de ponchos, chalinas, frazadas y chullos. Continuamos la pendiente después de sortear un par de largas curvas en zigzag, entradas y salidas en la faldería y todo en bajada para llegar a Minascuchu, para comenzar una suave planicie donde clarean los corrales de piedra que reposan solitarias en espera de manadas que guarecer, pasando raudamente al lado de un vetusto restaurante que en tiempo antaño sació el hambre de pasajeros de algún que otro ómnibus interprovincial. Después de unos 20 minutos de rodar por una desigual llanura en ligero declive llegamos a la primera parada obligatoria, estamos en Condorqocha, conocido restaurante de paso y que con el tiempo se hizo legendario según comentan los asiduos viajeros por servir deliciosos caldos calientes que levantarían hasta muertos, exquisitos guisos picantes y suculentos bistec encebollados a lo pobre de carne de caballo o mula, acompañados de salsas picantes de rocoto con mote de maíz tierno, sea verdad o no esta leyenda urbana, lo cierto es que en verdad están de buenas, para combatir el hambre, frío y cansancio que resulta viajar por estos lares. Pero Sarhua bien vale todo eso. De media a una hora dura el tiempo de parada.
Una vez restablecidos, saciados el hambre y con el corazón contento, ilusionados por nuestro cada vez más próximo destino, pasados ya el mediodía reemprendemos el viaje, tomando una pequeña cañada por donde discurre un hilillo de agua cristalina para bajar y cruzar el Chanquilmayu, pequeño riachuelo en la que se inspiró el “Maestro del Chimaycha” Mario Carhuapoma para componer uno de sus célebres huaynitos Chimaycha, se cruza por un pequeño puente de cemento y subir al pequeño poblado del mismo nombre ya en plena pampa, sede de un proyecto de cooperación internacional de experimento agrario. La carretera sigue serpenteando por la planicie, cortando pequeños riachuelos si acaso alguna choza y corrales de vacas y ovejas y entre loma y loma ya se puede observar Pampa cangallo, famoso en la región por sus morochucos, jinetes de la pampa de tez blanca y ojos azules, pelo entre rubio y cano, que denota su origen ibérico, con su peculiar vestido andino, y por entre los eucaliptos, que rodean cercas de piedra que guardan, cultivos de maíz, haba, papas, etc., se llega al pueblito de pampacangallo, sede del otro control de carretera interprovincial custodiado por
Llaqtachallayta
Qawaykullaptiy…
Wasichallayta
Qawaykullaptiy…
(Continua en la 2ª parte)